18 junio 2012

Cartas a un viejo amigo

Mi buen amigo, han pasado ya tres años y aun te recuerdo con un punto de tristeza, aunque ahora ya puedo hablar de ti sin tener que tragarme ese nudo molesto en la garganta. Ya no te lloro constantemente y el vacío tan grande que me dejaste no pesa tanto como antes, pero no me abandona y si lo intentará tampoco le dejaría, porque eso es lo que te mantiene vivo dentro de mi. Pese a todo, me gusta recordarte y de tanto en tanto releo las cartas que te hice cuando la pena podía más que los alegres recuerdos.
Ahora estoy bien. Tengo otro amigo al que quiero y me da su alegría cuando yo pierdo la mía, pero tu fuiste, eres y serás especial.

Gracias viejo amigo.


Martes 1 de diciembre de 2009

Joder!!! ¿A quién quiero engañar?
Sabía que esto tenía que pasar... era imposible que durarás más que yo y, también sabía que tenía que explotar...

Desde el sábado 28, las horas en casa se vuelven tristes y apagadas y por más que lo intente, no puedo, a las horas claves me entra la nostalgia...
Me viene a la cabeza tu compañía y después la última imagen que tuve de ti... es horrible.
Primero estabas nervioso porque veías que mama se iba con la cabeza gacha y tu siempre has notado cuando estábamos tristes. Después te fueron a pinchar una vez, pero te movías mucho... te cogí bien y, como siempre que has tenido miedo y te cogido, te calmaste... te pusieron la inyección y pude notar como te ibas relajando y durmiendo, hasta que en cuestión de unos segundos no respirabas y tu cabeza estaba apoyada en mis brazos, con todo su peso. Ya te habías ido... te quite el collar y te tuve que dejar allí, con la mirada perdida y tumbado en el suelo.
Y aunque yo me quede con esa imagen y esa sensación al dejar de respirar grabada en la cabeza, me queda el consuelo de saber que no te deje solo y no sufriste, ni sufrirás más.



Miércoles 2 de diciembre de 2009

Eras solo un perro para el mundo, pero para mi eras más que nada. No podías abrazarme, pero al abrazarte yo me sentía mejor que nunca. Me dabas más cariño del que ninguna persona me ha dado.
Cuantas veces habré estado mal y solo tu te has dado cuenta... Has estado a mi lado y me has hecho compañía, has dejado que te chinchara y te abrazara y solo con eso me sentía mejor y con fuerzas para seguir con lo que fuera.

Si hoy me concedieran un deseo, desearía poder volver abrazarte y a llamarte el chiquitín...



Lunes 7 de febrero de 2011

Lo recuerdo como si fuera ayer, como si el tiempo, desde entonces, no hubiera pasado.
Llevabas tiempo encontrándote mal, pero eras fuerte y te aferrabas a la vida que te habíamos dado a nuestro lado y, como si el dolor fuera insignificante sufrías en silencio. Pero igual que tu siempre supiste como me sentía yo y me hacías compañía cuando era necesario, yo intuí que algo te pasaba y como te sentías.
Sabía que no quedaba mucho, no se como lo supe, pero lo hice, pero para mi desgracia no era consciente de lo que eso significaba y podría haberte hecho más caso del que te hice. Posiblemente esa sea una de las pocas cosas de las que me arrepiento en mi vida.
Realmente amigo mio, jamás imagine que podría echar tanto de menos a alguien. Es asombroso hasta donde puede llegar el dolor humano, hasta donde pueden llegar los sentimientos y los recuerdos; traspasan todas las leyes del tiempo y el espacio, no entienden de normas.
Son tantos los momentos contigo, los recuerdos, tantas ganas de poder hacerte volver a mi lado...
Me entristece cerrar los ojos y pensar en ti, porque la última imagen que, aunque no lo quiera así, me viene a la mente de ti, es siempre la misma: tumbado, tranquilo y obediente, como siempre, con la cabeza en mis manos y rodillas.
No quería que pasara, pero era necesario, por ti. Cumplí mi palabra, aunque me dolió más de lo que hubiera imaginado que me dolería, pero te dije que estaría contigo hasta el final y que nunca te dejaría solo.
Y sin dolor, mientras te acariciaba, note como tu cabeza no hacia esfuerzo y dejaba todo su peso encima mío, respiraste profundamente y ese, mi gran amigo, fue tu último suspiro.
Contra mi deseo, te quite el collar, con cuidado deje tu cabeza en el suelo y, mirándote por última vez, te dije adiós y me fui. Y allí contigo se quedo una gran parte de mi vida, miles de recuerdos agradables y horas de compañía, allí contigo amigo mio, se quedaron unas cuantas ganas de vida y felicidad.
Así es como yo lo recuerdo. Me hubiera gustado saber, como lo viste tu.
Te recuerdo cada noche y pienso, que nunca te lloraré lo suficiente comparado con el gran vacío que me ha dejado tu ausencia y la soledad que he llegado a sentir sin ti.
Tal vez esto sea cosa de locos, pero tenías derecho a saberlo y, a saber, que por más perros que tenga, Aron, ninguno, nunca, ocupará tu lugar en mi recuerdo.

rbk

17 junio 2012

Un paseo tranquilo

Me despierto como me he despertado siempre: dando vueltas en la cama, sin ganas de levantarme y esperando que sea una pesadilla y no haya sonado el despertador. Después de abrir los ojos y, para mi desánimo, comprobar que no era un sueño, estiro bien los músculos entumecidos por el largo descanso, me pongo las chanclas de ir a la piscina - no soy de llevar zapatillas - y me comporto como una persona normal, es decir, hago todo lo que haría cualquiera al levantarse.

Ya estoy. Llaves, móvil, mi mp3 de hace mil años pero que funciona mejor que cualquiera nuevo de hoy en día y la chaqueta, por si me entretengo más de lo esperado y me atrapa la fresca de la noche.
Avanzo rápida, con pasos aparentemente seguros y decididos, la cabeza alta y los ojos clavados en el final de lo que alcanzo a ver, como si nada a mi alrededor me importara, reafirmando esa supuesta seguridad. Pero no se a donde voy. Ya hace cinco minutos que mi mente se ha desprendido de la realidad que la rodea y sueña veloz, recibiendo los estímulos del exterior y deformando estos a su antojo.
En mi descabellada realidad ficticia: las miradas de la gente que pasa por mi lado son miradas de asombro y sorpresa, mientras les esquivo o esquivo cualquiera cosa que me encuentro en el camino con una agilidad digna de un gato salvaje y sin la necesidad de mirarlo antes si quiera y, dejando que mi imaginación siga su curso, creo diálogos de libros de aventuras y me hago protagonista, de manera disimulada, no vaya a ser que alguien se de cuenta y me tomen por loca.
Un vagabundo despista mis aventuras en la ciudad. Acomodado en el césped de un pequeño jardín al final de la calle por la que me encuentro bajando, me mira con suspicacia, y sospecho que se ha dado cuenta de mi habilidad por crearme aventuras inexistentes con la gente de mi alrededor. En el instante en que se cruzan las miradas mi imaginación descubre a alguien interesante. Una persona que a aprendido a vivir a la sombra de la sociedad, recibiendo miradas hostiles y rechazos de todas clases. Observa a las personas y localiza aquellos que no tienen escrúpulos, son egoístas y necesitarían una pequeña lección de valores, para poder ayudar a la mano del destino a darles esa lección, cosa que le da una supuesta felicidad.
En realidad, es un héroe de a pie, lleva la marca de la valentía grabada en su rostro de ojos negros como la noche, con la mirada orgullosa y penetrante, unas facciones duras y cuadradas, con la piel seca y agrietada por los cambios de temperatura sufridos a la intemperie, y la cantidad de historias que debe guardar su, aun que disimulada, picardía.
Al llegar a su altura sigo mi camino, ya que quedarme mirándole fijamente podría resultar, si mas no, incomodo. Tal vez sea un héroe, o tal vez un simple hombre desdichado de su felicidad, por alguna estupidez cometida en su pasado o por falta de valía para afrontar alguna situación complicada de la vida, o quién sabe, como todos los que pasamos por su lado no me he molestado en preguntarle y sea como sea, sus momentos de gloria en mi cabeza ya se han terminado.

Después de este tranquilo paseo por la ciudad, dejo que las piernas me lleven hasta casa, para seguir con una vida tan normal.

rbk