30 julio 2012

Encuentro fortuito

   Con la Imperial Tarraco a la espalda, El Balcón Mediterráneo como objetivo, un cielo azul completamente despejado y un Sol brillante sobre nuestras cabezas, paseamos tranquilamente. Charlamos, reímos, nos miramos, nos abrazamos, vamos de la mano, nos chinchamos, volvemos a reírnos... es todo tan genialmente increíble que parece un sueño, pero es real. Es nuestra realidad.
   Una pareja baja en dirección contraria y van igual de felices que nosotros.
   Nos miramos. Nuestros ojos se conectan fijamente durante un minuto intenso y extenso, el corazón se nos acelera estrepitosamente, olvidamos todo cuanto nos rodea y intercambiamos imágenes de aquellos hermosos momentos: juegos, frases con doble sentido, caricias secretas, mensajes con delicias, momentos llenos de picardía, amigos y todo aquello que se quedo en el camino. Nuestras mentes se deleitan en los recuerdos y se funden en un beso apasionado que nunca llegó, provocando que la comisura de los labios se levante y refleje una sonrisa agridulce, que acaba con un gesto seco de cabeza y un:

- Adiós.
- Adiós.

   De vuelta a la realidad, con la mirada perdida en el suelo y los recuerdos agonizando por volver al baúl que pertenecen, todo se resume de la manera más dolorosa posible.

- ¿Le conocías?
- Sí. Un viejo conocido - le sonríes y le abrazas mientras seguís con el paseo.

rbk

12 julio 2012

Luz: cap2. Entre la espada y la pared.

Luz: cap1. La extraña

El día siguiente se me hizo eterno. Cene temprano, me duché y la espere en mi cuarto, esta vez, pese al calor, con la camiseta puesta.
Igual que el día anterior en el momento que estaba distraído apareció en la ventana.

- Te puedes quitar la camiseta si tienes calor, eh. No voy a morderte, al menos no todavía... jajaja.
- ¿Siempre tienes que ser tan... "directa"? - tal como le hacía la pregunta y ella me miraba desafiante y divertida, siempre divertida, me arrepentía de haberla hecho.

Sin apartar la mirada de la mía se acercó y, igual que al acercarse la noche anterior, me quede paralizado. Junto tanto su cara a la mía, que mientras me respondía casi notaba el suave roce de sus labios con los míos.

- Si estuviera siendo directa contigo no estaríamos utilizando la lengua para charlar.

Durante un par de semanas fue así todas las noches. Después de cenar la esperaba en mi cuarto sentado en la silla mientras hojeaba algún libro, ya que un día que la espere tumbado en la cama no se molesto ni en soltar una de sus “discretas indirectas”, sin darme tiempo ni ha pestañear me la encontré encima, conteniendo una carcajada como única respuesta a mi cara de susto. Cada noche hablábamos unas cuantas horas y, si no fuera por aquellos momentos en que se aproximaba y se quedaba a unos escasos centímetros de mi, o cuando decidía divertirse poniéndome nervioso con sus juegos de palabras insinuantes, las charlas eran de lo más interesantes y divertidas y su compañía, más que agradable. La atracción mutua era palpable. Eramos como dos imanes de polos opuestos sujetados por los extremos para evitar el contacto, como dos ramas secas que solo necesitan una chispa para prender en llamas... Y cuando llegaba el momento de irse, siempre decía lo mismo, como lamentándose por ello:

- Demasiado... me gustas demasiado... - y se iba sin ni si quiera mirar atrás.


Un día, como siempre, después de cenar fui para mi cuarto, me cambie y me dispuse a esperarla, pero tal y como me iba sentando en la silla el rojo de mis mejillas se encendía como una cerilla. Allí estaba ella, tumbada en mi cama con un libro abierto delante, pero a juzgar por su expresión, no acababa de levantar la vista de la lectura.

- Tendría que haber venido siempre antes de que te cambiarás, lástima que lo piense ahora - de un salto se puso en pie y su semblante se torno serio y decidido -. Que quede claro. Hoy, suceda lo que suceda, va ser la última vez que nos veamos.
- Pero por..
- Porque sí.

Se hizo un largo silencio. Con un suspiro y bajando la mirada al suelo cambió su expresión. Se dirigió a la ventana y se puso a mirar al cielo, como si este le tuviera que dar la respuesta a mi pregunta. Finalmente me dijo que quería ser sincera conmigo, que no sabía si eso iba a ser bueno o malo para ella, pero que le gustaba demasiado y lo que, según ella, era peor, le gustaba de verdad.

- Lo único que no puedo decirte es quién soy o quién dejo de ser. Y no te molestes en indagar por ahí, no encontrarías nunca la respuesta - hizo una larga pausa con la mirada perdida en algún punto del cielo, y siguió -. Lo que quiero que sepas es lo que realmente hago y venía dispuesta hacer contigo también, para que tu seas el que elija lo que pase esta noche antes de que me vaya, sin que yo te haya engañado...

Me contó que el día que la vi por la calle fue un error, que lamentaba y lamentaría toda su vida, pero que lo hecho, hecho estaba y, como no había manera de solucionarlo, ese mismo día decidió que cuando yo tuviera la edad apropiada se presentaría ante mi, igual que con el resto. Porque sin decirme el motivo, también me contó que por las noches vigilaba y estudiaba a los hombres que le parecían atractivos y, las noches de luna llena o en las que esta desaparecía de nuestra vista, se plantaba ante ellos y los seducía, independientemente de si estaban prometidos, casados, solteros o no. No sabría decir si su pasividad al contarlo, dándole igual si estaba bien o mal lo que hacía, me impresionaba o me horrorizaba. La cosa es que no tenía ni una pizca de remordimiento, lo que después les pasará a ellos le daba igual. Su único objetivo de todo aquello era divertirse...

- Y disfrutar del placer carnal que tanto os gusta a las personas.
- No me gusta ese comportamiento, pero creo que hablar de si es ético o no, no servirá de nada.
- No.
- Ya... Y esa manía o costumbre, de hablar de las personas, como si tu no fueras una de nosotros, ¿tampoco me la vas a explicar?
- No he venido a decirte quien soy chiquitin - me soltó y, con la mirada nuevamente segura, fija en mis retinas, y con una voz suave y dulce añadió mientras se acercaba lentamente -. Hoy, esta noche, he venido a dejarte decidir, a ti, si nos pasamos la noche charlando como siempre o si prefieres pasar una noche inolvidable entre mis brazos.

Luz: cap3. La decisión.

03 julio 2012

Luz: cap1. La extraña

Para cuando todo esto empezó yo no era más que un crío de 15 años. Y con esa joven edad fue la primera vez que la vi, en aquel gris callejón con olor a humedad de detrás del instituto. Paso con una rapidez y una agilidad inhumanas. A penas tubo un segundo para mirarme, pero ese segundo fue suficiente para que sus ojos cristalinos se clavarán en mi mente como dos estalactitas se clavarían en un suelo de arena fina, dejándome completamente cautivado. No sabía como, pero tenía que volver a verla, así que durante una larga temporada, a la misma hora que aquel día, me iba al oscuro callejón. Con el tiempo, decidí que era inútil continuar así, o que incluso habría sido una mala jugada de mi imaginación, pero no conseguía dejar de pensar en ella.
Hasta que una noche, años después, cuando ya tenia 18 años, volvió aparecer.

Me desperté en seco, como si alguno sonido extraño hubiera perturbado mis sueños. Durante unos minutos permanecí en silencio, inmóvil y mirando de reojo toda la habitación, preparado para saltar si fuera necesario. Nada. Quise volverme a dormir, pero el calor insoportable que hacía me había despejado por completo. Me fui a la cocina a por un vaso de leche fría y, una vez en mi cuarto, me quite la camiseta y me acomodé en la silla, mirando por la ventana el cielo oscuro y estrellado, con aquella enorme y brillante luna llena postrada en lo alto, que, como si de un marco se tratara, quedaba en el centro de mi ventana. Mientras buscaba la cámara de fotos en los cajones de la mesa, una voz dulce y suave, pero con una seguridad y una tranquilidad sorprendentes me erizo todo el bello de la nuca.

- Realmente hay una buena vista desde tu ventana.

Lentamente me di la vuelta y, allí estaba ella después de tantos años, sentada en la ventana, en mi, ventana.
El mundo se desvanecía a mi alrededor y solo podía sentir como mi corazón latía a un ritmo desmesurado. Había soñado tantas veces aquel momento...
Con esfuerzo logre que no me temblara la voz e intente seguir la conversación, con aparente tranquilidad.

- Sí... tener un parque delante de casa, en lugar de más edificios es toda una ventaja...
- No me refería a eso. - me corto con una sonrisa astuta y mirándome lenta y directamente a los ojos- El tiempo te ha sentado bien. Tu cara ya no es la de un crío inocente y bobalicón y has crecido, por no mencionar lo definidos que están tus músculos.

Y sin abandonar su sonrisa, arqueó una ceja y no se privo de mirarme de abajo a arriba, tomándose su tiempo y, por último, clavando sus ojos en los míos. Su mirada era tan segura, y estaba tan llena de vida y de pasión que de poco no me tumba de los nervios.
Después de aquel comentario no pude articular ni una sola palabra. No se cuantos segundos pasaron, pero recuerdo que me sumergí en su esbelta y sinuosa figura. Debía medir metro sesenta, con el cuerpo en un magnifico equilibrio, delgada y con los huesos finos -eso se adivinaba por sus delgadas muñecas y tobillos- y con los músculos suavemente marcados, lo que hacía pensar que, por lo menos, algo de fuerza tenía que tener. Y su cabello largo hasta la cintura, de un negro azabache, le caía liso por los lados de la cara, blanca y de rasgos alargados, aunque suaves, con unos ojos de azul cristalino perfilados por unas pestañas largas y negras y unos labios rosados, finos y carnosos. Iba vestida con unas botas hasta los tobillos de piel negra, sin tacón; con unos tejanos oscuros a unos centímetros por encima de las rodillas y con un pañuelo de gasa fina, brillante y translucido, de un tono azul claro, como sus ojos, atado a la cadera, una camiseta de tirantes negra básica y en el brazo derecho, por encima del codo, una pulsera de plata con un dibujo de las diferentes fases de la luna.
Me había quedado tan aturdido que no me di cuenta de que se había acercado y estaba a escasos centímetros de mi. Cuando me percate, mi cuerpo se contrajo como quien intenta contener un susto, y todo su rostro esbozo una sonrisa dulce y picara, como si mi nerviosismo le divirtiera.

- Me gustas. Llevo tiempo observándote y me gustas. Eres atractivo y humilde y esta timidez tuya me divierte. Sí, me gustas. Venia hacerte mio... - dejo la frase suspendida en el aire, paso su mano por mi torso  desnudo y río - pareces una hoja al viento de tanto que tiemblas. Tranquilo, te veré mañana. Me gustas, me gustas demasiado, maldita sea.

Y se fue por donde había venido.
Estaba tan nervioso que no pude ni seguirla hasta la ventana y por supuesto, ya no pude dormir en lo que quedaba de noche.


Luz: cap2. Entre la espada y la pared

02 julio 2012

Silencio


Mirando por la ventana sientes un vacío en tu interior, lo reconoces, pero intentas creer que no es tuyo, que es una ilusión pasajera y que estas bien, que todo va bien. Tus ojos miran al frente, pero tu mirada esta anclada en puertos del pasado, donde la lluvia era motivo de alegría y el Sol la escusa para ir a la piscina. Suena una melodía que acompaña tus recuerdos dándoles más protagonismo en el ahora y, sin entender porque, tu vista se nubla y sientes que la vida no tiene sentido.
Vacío. Hay un vacío en tu interior que cada día que pasa es más grande y tienes miedo, miedo a que te absorba. Y por eso sonríes, por eso, y porque tú siempre sonríes, siempre tienes buenos consejos y una mano libre para todos. Pero te has perdido en el camino de tu vida y no sabes por donde tirar, pero tampoco hay nada que te empuje a tirar para ningún lado...
Están tan lejos las metas, son tan difíciles de alcanzar y hay tantas cosas que salen mal...
En ocasiones desearías cambiar el mundo o vivir en la luna, o en una simple casucha, en medio de un bosque con un lago chiquitito y una gran cascada en la que cada mañana pudieras ver el arco iris y pensar, y sentir que vives en un mundo feliz, sin la necesidad de amar o ser amado. Tal vez, y solo tal vez, entonces tendría sentido vivir con ese vacío en el interior, con esa incertidumbre que nos abraza cada día.
Es imposible vivir como si el mañana no existiera, porque el mañana existe, incluso aunque no quieras y lo elimines de tu vida. Será por eso que sientes ganas de reír cuando a tu alrededor solo queda el aire, lleno de fuerza y de vida, a escasos segundos de fundirte con la eterna tranquilidad. Es tan fácil sonreír y tan difícil ser feliz... Silencio.

rbk